miércoles, 25 de abril de 2018

6ta. Entrega.- Cambio de rumbo

Dejaba Valle Grande, y abandonaba la tierra en donde se libro la última lucha por la libertad de esta parte del mundo. Antes habíamos sido entrevistados por una alemana corresponsal de un diario germano, que vivía en Bs. As. y que estaba ahí para la inauguración del mausoleo del Che que se hacia el día de su cumpleaños, el 14 de junio, día en que perecía Ernestina de Noble, que arbitrariedad simbólica...  
Micro mientras me despedía de Rony, un cubano muy cubano que no podía menos que amar al Che y despedirse con un hasta la victoria siempre. El destino era Mataral: un pueblo en la intersección de la ruta Cochabamba/Santa Cruz de la Sierra. En ese pueblo se definía mi futuro. Inicialmente la idea era ir hacia Cochabamba para luego conocer La Paz, la Isla del Sol y entrar a Perú, pero ya estaba sobre mi cabeza el invierno y en aquellos lugares el frio es importante y la altura elevada. Mi cuerpo no quería reconocer la sensación de estar encerrado por las bajas temperaturas y la ropa; la alternativa era otra muy distinta: Samaipata, de allí a Santa Cruz, Trinidad y el Amazonas. La decisión se tomo así, sin mucha dificultad, como cuando uno está observando una manifestación y se deja inmiscuir por lo que pasa en frente, la masa lo lleva hacia donde la gente sabe pero no dice, o como un rio que baja y uno tan así va hacia donde el agua desemboca. Instintivamente me detuve del lado de la ruta hacia Santa Cruz, y a los pocos minutos, siguiendo esa lógica del fluido sin viento en la cara, se detuvo frente a mí un camión que bajo la ventanilla del acompañante y me pregunto adónde iba. Naturalmente mi imagen era la de un viajero con su mochila, mi casa para ser rigurosos, y la elocuencia de la situación me recordaba que el dedo era difícil en Bolivia, ese era por lo menos el saber popular, muy internalizado, por lo que la duda de esta nueva situación era ya desconcierto. Hacia Santa Cruz pues... Roberto sería el encargado de llevarme hasta destino. De origen quechua, comenzó hablándome en su lengua madre, y claro que mi entendimiento era nulo, luego reía y me aclaraba lo dicho, esa fue la dinámica durante unos minutos, en un momento me preocupe, luego supe que era pura colonización lingüística. Así nos fuimos juntos un par de horas hasta Samaipata, donde llegue de noche, y fui a parar a un camping en el que me reencontré con Sergio, quien sin saberlo se convertiría en mi nuevo compañero de viaje. A Sergio (Serch) lo conocí en Tupiza, un catalán de 24 años muy buena gente, y que como es sabido en la ruta, nos volvimos a cruzar en un par de veces. Sucre fue una, pero la más significativa fue La Higuera, donde estuvimos una semana sin saber de la presencia del otro, y lo más gracioso: divorciados por una pared. Habría que recordar que La Higuera es un pueblecito de apenas 25 personas, recién nos vimos en el instante que el taxi lo llevaba a la ruta. Llegue al camping de Samaipata y unos cuantos viajeros se recreaban junto a un fuego que de a ratos esbozaba una llama inquietante y a ratos parecía, o mejor dicho, perecía sobre el alma de unas cuantas brazas consumidas. Me acerque al fogón y allí estaba este catalán, me sentaba a su lado y le golpeaba el brazo de la sorpresa que me daba volver a verlo, nos fundíamos en un abrazo y la noche lo hacía entre guitarras y charlas hasta altas horas de la madrugada.
Al otro día el sol me sacaba de la carpa bastante temprano y salía a recorrer el pueblo. Samaipata es probablemente luego de Uyuni, uno de los lugares más turísticos (sino el mas) del país hermano. El pueblo es bonito pero, como dirían los nativos, muy gringo. El calor, pese a la época del año, ya era un tema estimulante. No había mucho mas por recorrer salvo una quebrada en la que descansa un rió sobre piedras gigantes que se disfrazan de suelo, casi arena, pero que al aproximarse uno constata que no es más que una formación sólida como el acero. Se nos había hecho muy tarde, algunos se metieron en una pileta (piscina) artificial construida de rocas al uso, pero me quede con ganas de mas así que al otro día nos fuimos con Sergio y Azul, una amiga de él, a acampar unos días. Antes de esto cabe aclarar que estrene el matofono en público, interpretando uno de los tangos más hermosos que conozco: Por una Cabeza de Gardel. Música Latinoamericana del Rio de la Plata, ejecutada con un instrumento rioplatense, construido con mis manos. La cara de la gente al mostrarlo es buena, pero cuando el bicharraco comienza a sonar el sobresalto invade por completo la postura de la gente, sin desperdicio. Los comentarios por lo bajo y las caras de reojo son el mejor combustible para mi tuturutu.
En el campamento estuvimos hasta que fue la fiesta Aimara del Inti Raymi. Se dice que el sol se esconde durante mucho tiempo (el solsticio de invierno, es la noche más larga del año) y que se le debe ofrendar para que retorne con la abundancia sobre la Pachamama. Esta fiesta originaria se celebra cada año en lo que ellos llaman El Fuerte, que es una fortificación inca creada sobre una única roca tallada, la mas grande del mundo, aparentemente. La fiesta es muy hermosa. Primero hay muchas bandas que tocan, encienden una inmensa fogata al rededor de la cual nos acostamos todos, o muchos, a dormir hasta la salida del sol, que es cuando se sube al mirador del fuerte para esperar con los brazos en alto la llegada de Tata Inti, que este año tardo en salir porque unas nubes traviesas jugaban con nuestra espectacion y dilataban la esperanza. Nos volvimos ya de mañana al camping y al otro día nos fuimos para Santa Cruz. Le dije a Sergio y a Azul que intentáramos el dedo, que a mi me había resultado y así fue, a los pocos minutitos, luego de haber cosechado (choreado) unas mandarinas de una plantación a la vera de la ruta, ahicito una camioneta se detuvo y nos subimos. La ruta a la capital oriental de Bolivia es verdaderamente hermosa, me hizo acordar al sur de Mexico, con pendientes llenas de arboles, muy verde, frutales, palmeras, mangos y citricos; nos contaba el conductor, también pleno de cafe.
Santa Cruz es una ciudad bastante fea. Construida en anillos, llega a tener doce, que rodean el centro, y cruzan avenidas. La construcción por momentos asimila una ciudad norteamericana, como creo haber dicho, es la ciudad gringa de Bolivia, que para ser preciso hay muchos. Es bastante comun ver rubios de ojos celestes por varios lugares de la ciudad y no son descendientes, son yankies o europeos asentados en el lugar. No estuvimos mucho en la ciudad, apenas dos noches y nos fuimos para Trinidad. Cabe aclarar que para los del oriente la gente del altiplano son los coyas y no sirven para nada, palabras textuales de los cambas, occidentales. La discriminacion del oriente del pais es total. De hecho esa es una de las razones por las cuales a Evo no se lo quiere nada en este lugar, dominado por el narcotrafico y la burguesía extramjerizante del pais.
Trinidad. Nos fuimos en colectivo, estrenábamos el bólido de la compañía. Ah! En Bolivia se cobra todo y dentro de ese todo existe una tasa que hay que pagar en las terminales y es el Derecho de estacion, todos los extranjeros nos indignamos ante tamaño timo. Cuando estábamos en el colectivo antes de salir se subió un señor con su hija y se pusieron a actuar, fue una sorpresa para nosotros. Pensaba en el trabajo infantil, la niña no llevaba 10 años, pero a la vez pensaba en lo maravilloso de la experiencia de actuar con tu hijo, habia una contradicción clara, pero de una manera que pocas veces había sentido tan contundentemente. La cabeza decia una cosa y el corazón otra muy distinta ante una situación muy concreta. Viajábamos de noche y llegabamos por la mañana a la ciudad, capital del Departamento de El Beni. Llegamos a otro pais. La selva se adueño de la topografia. Fuimos en busca del puerto desde donde salir hacia Guayaramerin, frontera con Brasil. En la estacion de autobuses nos dijeron que debiamos ir a Puerto Almacen, que de ahi salian los barcos de carga que irían hasta el pais de la alegría. Nos fuimos a un mercado desde donde salían las combis para dicho puerto. Dato de color: cuando cruzabamos un puente en la ciudad, entre las botellas de plástico que decoraban el rio, un caimán. Llegamos al mercado, nos tomamos la combi y arribamos al puerto. El puerto se asemejaba a algunas partes del delta, el delta de hace 25 años, el de los fines de semana de mi niñez. Desprovisto de todo, rudo, agreste, pletórico y verdadero. Nuestra idea era preguntar que barco salía hacia el norte. Uno de los que trabajaban en el puerto (puerto sin un solo muelle) nos dijo que hacia una hora habia salido uno, el Cocacolero, que nos fueramos a Loma Suarez que allí lo pillariamos y podriamos subirnos. Dimos media vuelta y volvimos por donde vinimos. Llegamos a la ruta, paramos una moto taxi, le dijimos hacia donde ibamos y nos subimos. A los quince minutos de moto taxi, junto a otras cuatro personas que iban a pescar al lugar, y luego de que estas se bajaran, una de las tres ruedas de la maquina estallo. Hicimos lo propio y preguntamos a que distancia estábamos de Loma Suarez a lo que el conductor nos respondió que no estábamos yendo para dicho sitio, menos mal que pinchamos la rueda... A decir verdad nos acordamos de todos los parientes del amigo y justo en ese momento familiar paso la combi que nos habia llevado inicialmente y nos la tomamos para volver y desde ahí al nuevo destino. Un poco con el tiempo justo nos compramos unas frutas y nos subimos a otras motos, esta vez de dos ruedas. El viaje en moto fue algo hermoso. Yo me sentía en un viaje hacia otro planeta, estábamos entrando a la cuenca del Amazonas y la vegetación disparaba la asociación fílmica de mi cerebro, Apocalipsis Now se me incrustaba en la memoria. Llegamos a Loma Suarez con la esperanza de haber alcanzado a la embarcacion, ya que el próximo barco salía, con suerte en cuatro dias. Era una carrera contra el destino, que claramente estaba de nuestro lado porque al llegar supimos que no habia pasado todavia por el lugar, en cambio encontramos un certamen de pesca de sábalo (Ernesto) en donde todos los participantes estaban completamente beodos. Esperamos en la armada boliviana del lugar con el compromiso de los marinos de avisarnos ante la llegada del Cocacolero. Por suerte a la hora unos muchachos que estaban fumando hierba nos advirtieron de la presencia del rojo carguero. Fuimos volando hacia el puerto, rememorando también a los familiares de los marinos, pero el apuro no cundió porque cuando llegamos al barco su capitán no estaba, tuvimos que esperar al otro día para hablar con él. Pusimos las carpas en el techo de una de las balsas que se acoplaban a la principal y pasamos la noche a la espera del encuentro con Hook. Al otro día lo conocimos: Gilberto, nos dejo ser parte de su tripulación, y luego de una jornada de reposo en la orilla zarpamos esa noche (habiendo esperado dos dias el diesel). Hacerlo de noche fue algo inolvidable. Las estrellas invadían un lugar totalmente desprovisto de contaminación lumínica y el contorno del planeta era la selva de la cuenca, la luna, casi roja, con su media luna hacia el espacio coronaba una noche de sueño. Yo no podia creer estar entrando al amazonas y de noche. Eso si, los mosquitos enloquecen, son millones, perforan la ropa y no sacian su apetito de ninguna manera. Junto a la vasta tripulación estaban Valentin y Ana, alemanes, él muy aleman y manjar para los zancudos, picado por todos lados, con ronchas del tamaño de un huevo frito, impresionaba; ella una boy scout siempre lista. A la medianoche llegamos al Mamoré y anclamos en la orilla. Es complejo navegar de noche por esos rios porque no se ven los pandos (bancos de arena) y cualquier mala decisión puede ser una catastrofe que implique varios dias de detención. Mi carpa no tenia el cubre asi que me dormi mirando las estrellas y me levante con el sol amaneciendo y el barco en movimiento, como cada día que pasó en ese barco, una sensación indescriptible. Las primeras luces del día aparecen y con ellas las nubes a lo lejos con un agua en la que se refleja todo, cerca la costa de palmeras, arboles, cáñamos, caimanes, y un rio de delfines, pirañas y peces que saltan al vacío jugando con el aire. Algo absolutanete impensado para mis sensaciones. Un milagro para mi historia.
En la embarcación somos muchos, ademas de los alemanes y Gilberto, estan Jorge, su mujer y su hijo Miguel, Robert, Edoni, Mario, y dos mas que nunca supe su mombre. Su acento es claramente Guarani, aunque no lo hablan. Sus rasgos tambien emulan al pueblo guerrero. Los desayunos ya eran el primer punto de encuentro, ahi nos juntábamos a comer y a preguntarnos como habiamos dormido. Ellos comenzaban a navegar bien temprano con las primeras horas de la mañana. De noche no lo hacian porque el rio no eran tan caudaloso y corriamos el riesgo de embestir algun tronco de los que que descansan en las aguas. Al mediodia a comer, todo con mucha fritura y bastante pesado, sumado a la poca actividad caminera hacian un cóctel literario irreductible. Era preciso leer. La paz reinaba, el silencio solo era interrumpido por el sonido del agua cortada por la proa. Asi me lei 4 libros en 5 días que duro el viaje, entre ellos El Capital, obra indispensable para todos que habitamos este bendito imperio capitalista. A eso de las 6 de la tarde, cuando el sol se escondía detrás del horizonte ya nos juntábamos a comer, luego de empacharnos con los atardeceres de ensueños, contorneados por la flora frondosa del pulmon de la tierra. La vida de barco es bien distinta, su aire, su contemplacion y la embestida hacia el devenir es constante. Todo esta profundamente repleto de inmensidad y paz.
Llegamos a destino: Guayaramirin, en frente Brasil. Pueblo de frontera, repleto de calor, gente que va y viene y motos como hormigas, la tierra roja y el cielo azul fuerte. Tiendas y mas tiendas de todo, ahicito, en medio del Amazonas. Pasamos un día allí y luego nos cruzamos a Brasil, a su pueblo con el mismo nombre. Habian pasado 74 dias de la entrada a Bolivia. Nos despedimos de todos, despues de convivir como hermanos, volvimos a la distancia del adios, pero con la memoria para siempre.
El lado brasilero ya es bien distinto. Ampliamente mas bello. La gente es ostensiblemente mas sociable y se respira otro aire. Lugar apacible con un movimiento mas pausado, ahi estaba, Brasil.
Lo recorrimos descubriendo su hermosa costa con rocas y vegetacion de todo tipo, donde abundan los frutales y la musica. Ya por la noche nos fuimos para Porto Velho, capital del estado de Rondônia. Como buena capital su locura es mayor, parecida a Santa Cruz, aunque mas linda, se establece como una ciudad de calles anchas y sol hasta en la sombra. El calor en pleno invierno no hace mas que preguntarse como es este lugar en pleno verano, algo intolerable seguramente. Brasil es considerablemente mas caro que Bolivia, y por supuesto aca tambien la gente habla de lo que robo la izquierda. ¡Es tan calcado el discurso de los medios de comunicacion! Como diria Mujica la derecha siempre vuelve con una moralina tan barata, y la gente lo compra como pan caliente, sin ver lo que son y lo que eran. Nunca estuve en este lado de Brasil, pero puedo asegurar que desde la ultima vez que estuve en el 2001 este pais es otro, incluso la misma gente que habla pestes de Lula, lo admite. Esa eterna sensación de que si estas mejor que antes es porque te lo mereces, porque nadie te regala nada y te rompiste el orto, nada mas claro para definir a una especie que cada vez descree mas de lo social y se "salvaguarda" en su mundo personal. Asi vamos, todos bien juntitos y separados.
Desde allí para Manaos, el corazon del Amazonas, y el barco otra vez nuestra televisión de imagenes. 
Al salir, el barco casi chocha con un muelle que habia en la costa, la gente gritaba para advertirle al capitan de que ibamos a colisionar. Habia unos troncos y plantas que bordeaban la construccion maciza, los que hicieron de contencion a lo que hubiera sido un estruendo al estilo año nuevo. Zarpamos, y pasamos por un puente inmenso donde se podia constatar la epoca de sequia. En sus columnas se coloreaban los niveles de agua. El invierno es la epoca donde no llueve, los rios estan bien bajos y eso dificulta la navegacion.
El viaje lo iniciamos con Serch y se nos sumo un aleman que estaba haciendo el mismo trayecto. Fritiof, Frit para la banda. Pero antes de esto, unos brasileros que estaban sentados en unas mesitas del arco comiendo nos vieron la cara de desahuseados y nos convidaron su comida. Debo advertir que nunca en mi vida me han regalado tanta comida como en Brasil. Salimos hacia Manaos. Lo primero que uno vislumbra es el adios al pueblo, todo se va reduciendo, la cantidad de casas, la de embarcaciones, pero sucedia algo muy singular, porque a la vez de eso uno ve casas flotantes de madera, que parecen las de aquellos folletos turisticos del sudeste asiático. Nada mas alejado a la referencia publicitaria. Lo que son esas casas es otra cosa bien distinta, mas bien son extractoras de oro. Dentro de ellas descansan unas maquinas que chupan del fondo todo tipo de sedimento, dentro de él, se encuentra el metal preciado. Esta es la epoca alta ya que el rio esta bien bajo, por eso muchos de los viajeros que completaban la embarcación eran trabajadores del oro. Algunos decian que era una mafia, lo creo plenamente. El barco era bien distinto al de Bolivia. Toda la mistica de aquel era trocada por el exceso de viajeros, hamacas, y hierro que acompañaba la estadia. Por otro lado, los tripulantes era bien rudos. La mujer que cocinaba gritaba a la gente, esto tambien fomentado porque comiamos al lado del motor y era imposible hablar, pero yo vi como maltrataban a un niño por habersele caído un poco de frigoles. Esto seria, quizas, un presagio de lo que luego Manaos, de hecho la empresa era de allí. En el barco conocimos a Cloe, Laura y Mayann, lo pasamos muy bien, con esos atardeceres imposibles, naranjas, tornasolados, llenos de briza. El ultimo día una chica brasilera nos invito a permanentes cervezas, asi que quedamos bastante alegres para despedirnos de la experiencia.Todo aqui es infinitamente mas grande que en el inico de la cuenca, en Bolivia. Aqui el Amazonas llega a tener en algunos tramos un ancho de 24km, algo imposile de imaginar, no se vislumbra la costa.
Llegamos a la capital de la Amazonas, y entre debates y consultas nos fuimos con Frit, Mayann y Serch a una iglesia a pedir que nos dejen dormir por esa noche, ya era un poco tarde para buscar habitacion, asi que pedimos asilo...
Alli conocimos a una persona maravillosa, Yvanesa, tambien a su compañero Franky. Ellos nos dijeron que podiamos quedarnos en la iglesia pero que teniamos que esperar a que venga el padre, que nunca llego, asi que nos fuimos para su casa, los cuatro, en una casa que estaba muy desprovista de mucho y que era muy pequeña para habitar, pero que nos acogió como en nuestra casa. Tuvimos un intercambio de ideas con Serch, el defendia una idea burguesa de apreciación sobre la iglesia, que yo tambien tengo que pero, que tal vez, por mi origen americano trato de comprender. El parecia apatico a todo lo que se producia en relacion a esta situacion, un tanto bizarra, de ir a pedir a la iglesia. Esto fue asi hasta que pudimos descubrir a esta gente increible. Yo trataba de explicarle que aqui la iglesia ha hecho mucho por la pobreza, o mejor dicho una parte de ella, entre los que se encuentran aquellos de la Teologia de la Liberacion y otros padres muy comprometidos por las luchas sociales. Hoy claramente eso no es lo que pasa en Brasil donde nos encontramos rodeados de Iglesias cuasi sucursales de centros comerciales, con edificios inmensos que parecen de todo menos iglesias, con campus y zonas de recreo. En fin, dormiamos en lo de Yvanessa y al otro día nos retirabamos a buscar otro lugar donde parar. Al salir, nos cruzabamos con Joao, un artesano de unos 70 con su manguero (una suerte de brazo de tela donde descansan las pulseras que vende todo artesano) al cual le preguntabamos donde podiamos ir y nos invitaba a dormir en su casa. Paseamos un poco y a la tarde nos fuimos para allí. Llegamos y este personaje nos hizo conocer su casa. Estaba a las afueras de la ciudad. Vivia en un galpon sin terminar, proyectado en fabrica de hielo. Este dormia en una hamaca que colocaba entro dos columnas del galpon, en el que habia un conteiner de refrigeración, una heladera, una television que volaba de volumen, (esto lo hacia un personaje muy singular: un hippie antisistema que vivia viendo las novelas) y cuatro perros con su madre, uno de ellos en estado catatónico porque una mujer a la que él llamaba "La gringa" le habia colocado bronceador sobre la piel. Este personaje que ya se habia tornado mitológico, La gringa, una venezolana que vivia hacia mucho con él, funcionaba como anhelo constante en las conversaciones de Joao (tambien le decian Gringo). Nosotros: Serch, Frit, Mayann, y yo dormiamos en otro lugar, lo que seria el atras de la facrica que daba a una caida, que daba a uno de los brazos del Amazonas. O sea que nos levantabamos y teniamos ese paisaje increible, en el que logre apreciar, en un sector de unos 20 metros de diametro unos 11 tipos de verdes, mas todos lo que se me piantaron. Alli nadaba todos los dias, allí pasaba mis tardes luego de salir a trabajar por las mañanas, junto a una tiroleza que habia en un arbol el borde de la costa. Eso fue lo mejor de una ciudad muy particular. Manaos es un lugar muy intenso, con una energia muy espesa. Para entenderlo habria que decir que tuvo su boom en los finales del siglo 19 con el caucho, luego tuvo una decaida a inicios del 20 y por los años 17 otro ultimo y definitivo, ya que luego un ingles se robó una gran cantidad las semillas de caucho y las planto en el oriente, dejando desolada a la region. En esos periodos la guerra con los aborigenes fue sangrienta, las tierras que a estos pertenecian era explotadas para el caucho, y estos era explotados por los europeos. Asi atestiguan las construcciones mas viejas de la ciudad en la epoca de esplendor de dicha industria. Hoy Manaos ya no es un caldo de culturas aborigenes, ya tampoco una ciudad de progreso, sino mas bien una ciudad olvidada en el centro del pais. Por eso tiene excensiones impositivas para aquellas industrias que quieran plantar sus sedes allí, donde estan Honda, Nissan, y muchas de tecnologia, aunque paradojicamente todo lo que producen en Manaos sea carisimo para la gente del lugar.
La gente allí es muy ruda, agresiva y desinteresada. La energia que se respira es espesa y se siente, se siente fuerte. Estuve una semana, en una especie de desafio interno, y luego me fui a un lugar que se llama Presidente Figueredo, un lugar pleno de cascadas, hay unas 160. Me despedí de Serch, Mayann y Frit. Me fui a la ruta y me dispuse al dedo o carona, como dicen los brasileros. Me llevaron varios carros que me iban dejando en diferentes partes de la carretera, que me iban acercando al destino. Llegue casi de noche, y acampe en la orilla de un rio. Al otro día me fui para una gruta que hay en medio de la selva. Este lugar es increible, es como si fuera una boca inmensa sobre la roca de la selva que da de frente al verde total, es como si uno estuviera en medio de todo, con una imagen privilegiada, en cuyos contornos cae agua sin sesar, y los ruidos de los bichos e insectos son ensordecedores a partir de las 6 de la tarde cuando cae el sol. En esta cueva termine durmiendo, sin palabras. Al otro día me fui a visitar una cascada que habia y volvia a dormir al inframundo. Era tanta la energia de ese lugar que se sentia como un tummmm... de corriente, algo que volvi a experimentar mas adelante en el pantano de Iquitos, Perú.
Volvia a Manoas para embarcarme en otro barco hacia la triple frontera. Tabatinga (Brasil), Leticia (Colombia) y Santa Rosa (Perú). Aqui se produjo un hecho desgraciado. Compre el billete hacia aquel destino y pase la noche en el barco ya que al otro día salía, te dejan pasar la noche. Al otro día cuando nos levantamos a las seis de la mañana bajamos a por el cafe da manha y al volver a mi sitio mi telefono ya no estaba. Una cagada, sobre todo por la situacion que esto implicaba. El ladron, claramente, habia sido uno de los tripulantes del barco. Me desespere, fui a la cocina y puse el grito en el cielo, sali al puerto a buscar a la policia, logre que fuera al barco pero nada se pudo hacer, lo habia perdido. Es mucha la gente que entra y sale, y el capitan de la embarcacion no se hacia cargo de la situacion. Fue muy feo estar en un lugar en donde sabes que alguien te robo y no sabes quien, automaticamente todos pasan a ser sospechosos. Ese día salimos y conocí a Pedro un cubano que venia escapando de Cuba. Habia salido por Guyana desde La Habana, y luego habia entrado ilegal a Brasil pidiendo asilo en este pais, y que en ese momento se iba a Perú. La vida de los exiliados es bien complicada, yo trataba de ponerme en su situacion pero es siempre en vano, uno nunca puede saber lo que se siente. Tambien conocí a Cleyner y su padre, dos colombianos que se volvian a Leticia de donde eran oriundos, y por ultimo a Magdalena una española que luego de haber estudiado en Sao Paolo se ponia a viajar por Sudamerica. El viaje fue largo, el mas de todos, porque ibamos en contra la corriente. La topografia se repite, selva sobre la orilla y amaneceres y atardeceres de ensueño. La comida era buena, bien abundante, pero uno no se mueve mucho asi que la sensación es de estancamiento, uno se siente pesado, pero ya estaba en el baile, habia que bailar.
Llegamos a la triple frontera, solo quedamos Magda y yo, el resto se desperdigo en los caminos del destino. Pasamos la noche en los bomberos de Leticia, la parte mas linda de las tres, y al otro día nos cruzamos a Santa Rosa hacia Iquitos. Otro barco. Este fue el peor de todos. La comida era malisima, escasisima, el barco muy sucio y demasiada gente en él. Conocimos a Papi, un colombiano que habia sido deportado a Colombia y que estaba entrando de ilegal, como Pedro, quien tambien reencontramos a la hora de tomar el barco. Por suerte el viaje fue mas corto, duro solo dos noche y tres dias. El destino fue el amazonas peruano, Iquitos. Bajamos y nos fuimos con Magda y Papi a buscar un hospedaje, Magda se quedo en uno y yo con Papi nos fuimos a otro. Pasamos el día y al otro Papi se fue para Yurimaguas ultimo destino por tierra, destino a Tarapoto donde este moraba. Yo me quede y allí fue que conocí a Caro y Beti, dos argentinas de Rio Negro que vienen viajando hace unos meses, artesanas del caucho, hacen carteras, estuches y todo tipo de recipiente con este material, estan muy buenos, tanto que yo ya tengo mi monedero y riñonera. Pasamos unos dias en Iquitos. Esta ciudad es la analoga a Manaos en Perú, capitales del Amazonas. Tambien tuvo su auge gracias al caucho, tanto es asi que Eiffel construyo una casa entera de metal para uno de los magnates de la industria que no llego a destino y se ensamblo en la ciudad. Llena de construcciones antiguas con un estilo entre barroco y colonial, plena de colores y muy cuidada, esta ciudad da inicio al amazonas peruano. 
A los pocos dias nos internamos en la selva. A cuatro horas en lancha desde Nauta, una ciudad que esta a una hora de la capital amazonica. El primer trayecto es sobre el rio ancho, es mas, se puede ver el inicio del rio Amazonas, y luego uno se mete en un riacho que va hacia una reserva inmensa donde habitan todos los bichos imaginables que la mente humana puede lucubrar. Llegamos a la reserva Pacaya Samiria. Nos hospedamos en un lugar en medio de la jungla, construido de madera, con mosquiteros por todos lados y verde inagotable. Conforme llegabamos al lugar el rio desaparecia gracias a las plantas acuaticas que plagaban el agua y uno se veia andando en el agua con la sensación de que estaba arriba de un auto. Hicimos varios paseos por la selva y un día entramos al pantano. Esta es una zona muy especial, la verdadera jungla. El suelo que se pisa es de hojas mojadas y la sensación es la de pisar una gelatina que te chupa para el centro de la tierra, el calor asfixia, la humedad exaspera, no se puede respirar, uno esta literalmente empapado y se va adentrando a una zona imposible de habitar, con una energia desconocida, a cambio, ahi mismo uno puede percibir la completud inasible de la naturaleza, todo sucede ahi dentro, y todo tan tranquilo. Los sonidos son constantes, los olores son fuertes, es como un sauna que esta lleno de verde por todos lados en donde uno no sabe lo que puede ocurrir, ni lo que ocurre, algo inimaginado, la selva mas jungla. A la noche salimos a pescar y hubo una noche que cazamos unos caimanes. Los pude tocar. Su piel superior es de dinosaurio, dura como el cuero seco, pero la parte de abajo es blanda y cerosa, sus ojos brillan en la oscuridad, y por ellos que se encuentran. Estos eran bebes, pero puede haberlos de 15 y 17 mtrs., una locura.
Asi nos volvimos a Iquitos, pasamos un día mas y yo me vine para Tarapoto, las chicas lo harian a los dos dias. Ultimo barco, a Yurimaguas, en total 5 barcos, y unos casi 4000 km recorridos por las aguas de la zona mas verde del planeta. Otro viaje, literalmente, dentro otro.
Al llegar a tierra, y saber que ya no tenia que tomar mas barcos, hubo algo en mi que se acomodo, como un hueso que suena en el lugar preciso. 
Llegue a Yurimauas y de allí una combi a Tarapoto. El viaje es hermoso. Se sale del amazonas y se cruza una sierra llena de selva, estaba entrando en lo que se conoce como la selva alta del Perú, en la Cordillera Escalera. Tarapoto es muy hermoso, con mucho calor es la ciudad de las palmeras. Lleno de cascadas, pero a diferencia de las de Brasil, de una altura muy considerable, hay cascadas que llegan a tener 20 metros de altura. Muy verde por todos lados. Me cruce a unos franceses en la plaza y les pregunte donde estaban hospedados, me pasaron el hostal de Vanesa, una peruana divina que me dejo tirar la carpa en el techo de su casa.
Ahi conocí al grupo de franceses que estaban haciendo una experiencia en un lugar que preserva a los monos, tambien a varios personajes mas con los que nos fuimos a ver unas cascadas increibles rodeadas de lianas, vegetacion y humedad. El otro día fui a visitar a Papi que esta refugiado en el hotel de una amiga y no sabe si se tiene que ir a trabajar a Ecuador o Argentina, prefiere el primero. 
Aca estoy, me reencontre con las chicas con las que nos fuimos a un pueblo llamado Lamas y nos internamos en otra cascada propiedad de Feli y Jorge que nos atendieron de maravillas, a pleno platano (como todo en la selva), nos mostraron sus campos llenos de cacao. Hoy volvimos a Tarapoto y mañana nos vamos para Moyobamba donde a decir de las gentes la topografia empieza a cambiar, nos empezamos a alejar de la selva y del bendito calor que me trajo hasta aqui.


El agua, el aire y la tierra han sido creados, solo mantengamos el fuego. 

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