Lo que siguio fue una espera de cuatro horas. Ya de noche llego la locomocion y seguimos.
Los paisajes son grandes sobre todo los ultimos 200km.
Entre falta de agua caliente y gente de pie por todos lados, conozco a Gaspar, un joven matero y futuro conversador de viaje. Estudiante de ingenieria en sonido de la univeridad de San Martin o Tres de febrero. Un tipo ameno, mezcla de tranquilo e inquieto, claramente inteligente. De Olavarria, provincia de Buenos Aires. Ah, rapero y baterista, buena combinacion desde el principio.
Llegamos a Bariloche, entre agarradas de bolsos y miradas por la ventana, me despido de Gaspar y saludo a Santi, mi hermano menor de los futuros quince dias de viaje. Santi, Chanta, hermano de sangre de otro hermano de vida, Sebastian, Cheby, la Laucha. Me recibe y nos vamos a su auto, la puerta de acompañante no abre si no es con llave, me dice, y automáticamente con el auto en marcha, saca la llave del volante sin qué se apague (me quede pensando pero no dije nada y seguimos hablando. Pasamos por su casa a dejar las cosas y nos fuimos derecho a Baraka, su restaurente y mi hogar durante la estadía en la capital del revoleo estudiantil.
Bariloche me sorprendio, tanto es asi que me quede mucho mas tiempo de lo que esperaba, eso se lo debo a Santi, y a muchos de sus amigos, el gran Cane (socio de su restaurante), el gordo Torre, Nadia la gordi, y muchos mas, ademas del portento, macho y venerado Kayun, cuadrúpedo irresistible y querido por todos.
Hacia dieciocho años que no volvia a Bariloche, y no la recordaba asi. Una mezcla de Suiza y Patagonia, nada que reprocharle a los vikingos que llegaron a estas tierras, a no ser por su vinculo nazi, en todo caso el generalisimo tendria mucho que ver, ya que dicen algunos que por aqui estuvo Adolf y sus secuaces, y los mas osados aseguran que el fiure murió frente al Nahuel Huapi.
Pero este lugar esta plagado. Circuito chico, hermoso lugar donde se encuentra el Llao Llao, y colonia Suiza, esta ultima una especie de escobar con montañas, bastante hippie chic. El Campanario y su ascenso, una de las mejores diez vistas para el discovery channel.
Los refugios de montaña merecen un comentario aparte.
El primero de ellos, Frei. Cinco horas de subida que intercala planicie y pendientes rocosas casi a noventa grados. Yo llevaba peso en mi espalda, unos doce kilos, lo cual dificultó aun mas el ascenso, pero la llegada es imponente. En un lugar en donde nadie querria vivir, se erige un modesto refugio de madera, construido con materiales del lugar, hace ya muchos años, primeriando una laguna color negra que da miedo, rodeados ambos, por una montaña ocre que inspira bravura. Pero lo mas duro no ha sido nombrado aun, su viento da paura. Al llegar pude ver como a un cristiano se le volaba la carpa por los aires llegando a agarrarla gracias a la gracia divina del cielo que detenia momentáneamente su soplar. Habia tanto viento que si uno gritaba no escuchaba su alarido.
Pase la noche alli. Arme mi carpa en un lugar mas reparado, pero me fue imposible dormir, solo lo pude hacer a la salida del sol. Antes habiamos degustado en el refugio unas ricas pizzas con una pareja de brasileros, que celebraban el cumpleaños de Fabiana, una bella mujer de unos 49 años. Su marido Carlos, amante de la alta montaña, aseguraba entre risas que tenian el pacto de dejar su cuerpo en la montaña si la suerte no estaba de su lado, ella lo preferia asi decia con cara desencajada.
Al dia siguiente desperte como nuevo luego de haber dormido apenas dos o tres horas. La fuerza de la montaña, supuse, y no me pregunte mas. Me esperaba atravesar un par de montañas para llegar al siguiente refugio, Jakob. Temprano sali y la geogrfia empeoró. Las cuestas esta vez eran de piedra laja. Se desvanecian al caminar, yo me sentía seguro, fuerte, algo de la montaña me hacia bien. Su inmensidad, su tranquilidad. Luego de seis hora llegue al refugio Jakob, al otro dia, la vuelta a Bariloche.
Pasaron los dias y decidi involuntariamente subir al cerro Bella Vista, pensé que estaba subiendo a otro cerro. A mitad del camino supe que estaba equivocado, y en el mismo momento mientras miraba el mapa me pico una abeja, así que seguí.
Muy empinado. Habia llevado todo para cocinarme arriba en la montaña, pero olvide llevar el fuego, no pude comer, este dia camine al rededor de diez horas. Puedo asegurar que la sensacion de vacio entre la montaña, mi estomago, y el aire me probocaron una de las experiencias mas profundas de mi vida. La necesidad de llegar, pero a la vez el disfrute de la soledad del camino, junto a la ligereza de mi cuerpo, me conmocionaron. La vista del lugar fue, probablemente, la mas panorámica de Bariloche, desde alli se podia ver toda la ciudad, los alrededores y hasta el glaciar del cerro Tronador que se encuentra a kilometros. Era un día diáfano, resplandeciente.
Al llegar descanse mi cuerpo unos dias y embestí otros dos refugios, el Laguna Negra y el Lopez.
El inicio del primero es muy amable. Uno va bordeando un hermoso riacho (me gusta llamar así a todo tipo de linea de agua que se cruza por el camino), pero conforme cambia la topografía, uno entra en otra dimension, hay que escalar rocas, voltear ramas y soportar el sol.
El refugio es hermoso, antes de llegar alcance a tocar una sabana de nieve que todavía esquivaba el deshielo. Como todos los refugios esta custodiado por una laguna, ventosa y profunda. Pero tocaba seguir, esta vez no llevaba peso asi que tampoco carpa, segui derecho para el Lopez. Para llegar a verlo habia que atravesar una primera montaña de piedra laja, y luego recien alli se veia el imponente cerro y su espalda, el camino a la cima. Primero cruzar una explanada hermosa, con cuchillas y quebradas verdes, rojas y amarillas, mucha vegetación y silencio, asi me acercaba a la ladera de la montaña que pensaba imposible de subir. Aproximadamente mil metros de subida recta, con piedras enormes que se desvanecían al paso, viento y frio con sol, pura montaña. Y finalmente la cima, vuelo de Condores y viento, desolacion, sensación irreductible de insignificacia, magnificencia incontenida de naturaleza. No hay lenguaje que reproduzca a la naturaleza. Inasible, inefable, son conceptos cortos. El lenguaje no puede con esa inmensidad, con lo inmensible. Si pudiera lo recrearia, si el lenguaje llegara a la descripción exacta, moriria la naturaleza.
Pero todo no termina ahi, aguardaba el descenso. Las rodillas sufren con él. Es difícil contener el cuerpo cuando este quiere solo bajar, pero se llega, se baja. Y al bajar conozco a Julieta y a Santi. Ella un espiritu joven y el un ex karateka muy fuera de estado que se agita y teme caer por su exceso de peso, un tipo que otrora le pegaba a los postes de luz hasta sangrar sus tibias, para luego frotarlas contra el caño frio y asi generar un falso hueso, cayo en verdad, y no sentir mas el dolor. Una autentica maquina de matar entrenada para pegar en puntos vitales del cuerpo, que esta educado para soportar el dolor mas alla que cualquier mortal, excampeon argentino de todas las categorias. Mientras el me hablaba pensaba que la montaña tenia algo de eso, una vez que superas el dolor de tus piernas y tu mente lo único que queda es la gloria.
Nos volvimos juntos, y gracias a ellos pude hacerlo en auto, luego de otras diez horas de travesía. Fuimos a Baraka, donde se comieron unas pastas rellenas con salsa de hongos de pinos y unas cervezas artesanales que hace Santi y que son de las mas ricas que he probado.
Pero Bariloche todavia dio mas de si, quedaba el Manso, el rio Limay, el Morenito, los piletones, la isla Huemul con el Cane en kayac, todo gracias al generoso ser de Santiago Ciancia. En el medio llego Gigi, la madre de los Ciancia, una mujer que aprendió a hablar entre cinco hombre. Casa de tortas alemanas, por qué no, y cerveza la Cruz, la mejor cerveza del lugar, aseverado hasta el hartazgo por el propio Santi.
Adentro de todo esto, lo mejor, personas hermosas como Pilar, el Berna, el Cane otra vez, el gran Lucho, el Pulgui, Belu, Juancho, y otros mas.
Asi me fui, sabiendo que volveria pronto.
El destino fueron los Siete Lagos que recorrimos velozmente en auto con Santi, Gigi y Nadia y que al volver me baje en el lago Espejo chico.
Este lugar es uno de los mas increibles que he visto desde que inicie el viaje. Un lago pequeño, con una transparencia inusual, rodeado de montañas boscosas y al que se le adjunta un riacho nunca antes visto con un turquesa de ensueño. Ese dia lo termine alli y a la noche musica junto a varios tucumanos y algunos porteños que rondaban por ahi, guitarras, cajones, violines eran el escenario ideal para la irrupción del tan ignorado Matofono, rebautizado Pedofono por el excelso Luis contante folklorico del carajo, gran guitarrista y mejor violinista, el cual me pedia que lo acompañe con el Pedofono en cada cancion, llegando a pedirme solos de este humilde instrumento de viento, toda una sorpresa y sobre todo, un orgullo para mi.
Asi fue que se nos acerco la dueña del camping para decirnos que entre poemas de Girondo y canciones de la tierra la algarabia debia terminar.
Nos quedamos mirando las estrellas junto a una joven que no recuerdo su nombre con un libro que tengo que habla de las constelaciones.
Al otro dia lo que tocaria seria dedo y al Pichi Traful. Lindo lugar, un rio y a su vera una zona de acampe libre que desemboca en el lago con el mismo nombre. Un día alli fue suficiente y de vuelta a la ruta hasta el siempre amado y jamas olvidado Villarino con su tranquilidad y hermosura. Camine por el borde de su lago hasta el final y acampe en soledad. Pase dos dias, haciendo fuego, nadando, leyendo (Biografia de un superheroe de Sambayonny, se los recomiendo insistentemente), bañandome en el lago, haciendo vida de aborigen, llenando mis horas de rituales junto a la naruraleza. Conoci a una familia de Neuqueninos que vendian comestibles a la entrada del lago, donde probe las mejores tortafritas de mi vida, y no exajero. Emocion de sensaciones todo lo que se vivio.
Cruzando visite el lago Faulkner, ahí estaban Santi y su enamorada que me invitaron a unas cervezas y papas fritas, y me contaron su historia de amor a la distancia. Algo me sonó familiar.
Con mucha pena deje atras el Villarino y los neuqueninos me llevaron hasta la entrada del camino del lago Meliquina donde se realizaba un festival llamado Mucho Gustok de musica autoctona-electronica. Por supuesto llegue y habia terminado. Pero conoci a los organizadores que me dejaron tirar la carpa en su enorme parque, de su hermoso restaurante-casa cultural Todo Cambia. Desde alli visitamos los lagos, fuimos a San Martin a ver el clasico (2-0 para River, por si queda algun desmemoriado), tratamos de pescar con una cucharita que me regalo un marplatense que se conoci el dia que se iba y que Geroge un aleman fenomenal criador de avejas incrusto en medio del lago resignando toda posibilidad de comernos una trucha salvaje a la parrilla. El resultado de la pesca fue cero, aunque podria decir sin quedar mal que es complicado pescar truchas, y mas sin equipo.
Fueron un par de dias y Meliquina quedo atras. Adelante la ruta y una pareja que me recogio: Juan Ignacio y Aleli. Dos personas con las que automaticamente me entendi. Ellos me llevaron hasta el Lago Hermoso y luego siguieron camino. Este lago tiene el nombre bien puesto, pero tocaba volver a Bariloche porque un trabajo para Buenos Aires habia surgido.
Llegue a Bariloche y fue como volver a casa. Me senti feliz de volver ahi. Pase una semana y el trabajo nunca se realizo, desprolijidades del medio donde uno ejerce.
Asi que el destino fue Chile. Valdivia mas precisamente. En el autobus conoci a Ramiro, un bahiense que vivia en Catamarca y que habia decidido quedarse en el Bolson luego de visitar a su hermano, pero que redoblaba la apuesta y se iba al pais vecino a probar suerte con su música. Un personaje fragil, entrañable, que se habia lanzado a una aventura hermosa muy desprovisto de equipacion. El colectivo llego a las 22 a Valdivia, luego de haber pasado por la frontera y que un perro olfateara de más mi bolso para que el policia lo bajara de la tarima donde todos se encontraban y me lo hiciera abrir. La sensacion de las fronteras es que todos somos culpables de algo hasta que entramos al pais. Llegamos tarde a la ciudad, de noche y sin alojamiento. Asi conocimos a Coni, una pesima conductora que con niño hermoso y una muy simpática madre nos alquilo su patio para tirar la carpa por esa noche.
Valdivia es una ciudad muy bonita del sur de Chile, esa es la mejor definición que le he encontrado a mi primer contacto con el país transandino.
Al otro dia nos levantanos y fuimos al centro, llegamos al mercado y yo me comí dos ceviches al hilo, y por muy bajo precio. Todo buenísimo. Los pescados rebalsaban los puestos. Atunes, salmones, mariscos, peces sierras, tipicos del lugar. Recorrimos el centro, su rios y su puente y esa misma tarde me despedi de Ramiro y me fui para la playa, Niebla.
Alli conoci a El Negro, Paloma, Gigi, y Omar. Cuatro jovenes chilenos muy simpaticos que con la energia de un perro me abdujeron a sus planes.
Llegamos a la playa y acampamos, pasamos una linda noche de charlas y a dormir, al otro dia un sol que rajaba la tierra. Llegaron la Luna, el Tito, y el Tian, pescamos mariacos y los cocinamos con unas verduritas y fideos integrales. Los mariscos se llamaban Lapas, no los conocía. El bicho con forma de volcán se pega a las rocas del mar, bastante mas consistentes que el restos de los frutos de mar, pero tienen muy buen sabor. Pasamos otra noche y a la mañana siguiente para Pucon junto a la Luna y el Tito que se despedía bajándose del colectivo y aclarándome sin mediar pregunta que debía firmar su libertad para poder seguir camino. Se bajaron y el bus los perdio de vista.
Pucon, la capital del sur de Chile como le dicen, es un lugar de muchísimo turismo, y yo no estaba para el muchísimo. Decidí escaparme al Parque Nacional Huerquehue a cuarenta kilometros del pueblo. Este es un parque con lagos, lagunas y cascadas, y tiene dentro en las alturas de sus cerros, bosques de Araucarias enormes, con senderos preciosos y muy entretenidos, como diria Guatavo un chileno muy amable que conoci alli, que dan para el disfrute tranquilo y sereno.
Copete: Es un poco entendible la bronca de los chilenos con la Argentina, no solo su pais tiene la misma longitud que el nuestro y apenas un par de horas de ancho, sino que nuestros paisajes son a la vez, indisimulablemente mas hermosos que los suyos.
Ahi pase dos dias de caminatas y recorridas.
Hoy me levante y volvi a Pucon para dirigirme a Temuco, ciudad en el sur de Chile, donde la topografia arroja quebradas y cuchillas muy hermosas de diversos colores, con montañas a lo lejos y rios bien cerca, que me recordaron al entrañable Uruguay.
La direccion es Santa Barbara, en busqueda del pueblo Quilaco, en medio del campo, hacia alli me dirijo mientras escribo este raconto, para encontrarme con Marcelo, un ex compañero del trabajo en los barrios que se volvio a su tierra, y que juntos con unos amigos suyos de Argentina iremos a acampar unos dias.
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