Describir lo que sucede durante las casi dos
horas que dura una película que condensa tantas ideas es un trabajo
complejo. Uno descubre en ella las cosas que pasan en la vida, pero de
una manera más que simbólica, hermosamente cruel. ¿Por qué el
protagonista se mata deliberadamente y sigue vivo? ¿No nos suena
familiar? ¿Por qué vive de mil maneras pero cuando conecta con la suya
se desarma como un soldado después de la guerra? ¿Nos vemos así? O mejor
aun, ¿no nos desconcierta saber quien es el verdadero Oscar, nunca nadie se lo ha preguntado de si mismo?
Para empezar a saber quien es este Oscar, y que es lo que se cuenta en la indescifrable Holy Motors -si es que esto interesa- tendríamos
que decir que es un actor que interpreta diferentes roles, y que
interpreta a los propios actores que interpreta, solo por la belleza de y
al hacerlo; y porque las cámaras están lejos de él, salvo las de
seguridad y las del director de esta misma película. El actor del cual
hablamos, un Denis Lavant superior, prepara sus roles alrededor de
París, junto a su guardiana e inseparable compañera y conductora Céline,
en una de las limusinas de la Holy Motors Company para la cual trabaja.
Éste, de millonario hombre de negocios se convierte, con solo abrir la
puerta de su camerino, en vieja indigente que pide dinero en alguno de
los tantos puentes del Sena.
A través de lo manifiesto se dejan flotando latencias que se desprenden del tema y su tratamiento, donde todo es abierto y contradictorio. Pensar que este actor se encuentra alienado en su labor, ya que parecería que su trabajo no le pertenece, habiéndose aferrado a él por ser lo único que sabe hacer en la vida; no es una locura, como, contraria y perfectamente, tampoco lo es el creer que se trata de la persona más consciente y autónoma con respecto a su trabajo, apasionado en un oficio que ha perdido ante la gran mentira del mundo, donde no existen los espectadores ni la verdad porque todos son actores de si mismos. Quizás sea por esta consciencia que soporta la presión de su jefe que busca sugestionarlo para que abandone su trabajo, e incluso sea la causa por la cual no haya entregado su corazón a una colega obviamente llamada Grace, bien porque a pesar de amarla no ha podido permanecer a su lado, bien porque paradójicamente no ha podido dejar de perderse a si mismo en diversos personajes. Prueba de esto es la escena en donde dicha mujer, quien masticando tristeza y dejándonos con la intriga, canta: “Quiénes éramos, quiénes éramos entonces…? Quiénes seríamos si no hubiera ocurrido entonces…?” ¡Cuidado! Si buscamos un sentido dentro de la lógica del film puede que esta escena sea simplemente un papel secundario del protagonista.
A través de lo manifiesto se dejan flotando latencias que se desprenden del tema y su tratamiento, donde todo es abierto y contradictorio. Pensar que este actor se encuentra alienado en su labor, ya que parecería que su trabajo no le pertenece, habiéndose aferrado a él por ser lo único que sabe hacer en la vida; no es una locura, como, contraria y perfectamente, tampoco lo es el creer que se trata de la persona más consciente y autónoma con respecto a su trabajo, apasionado en un oficio que ha perdido ante la gran mentira del mundo, donde no existen los espectadores ni la verdad porque todos son actores de si mismos. Quizás sea por esta consciencia que soporta la presión de su jefe que busca sugestionarlo para que abandone su trabajo, e incluso sea la causa por la cual no haya entregado su corazón a una colega obviamente llamada Grace, bien porque a pesar de amarla no ha podido permanecer a su lado, bien porque paradójicamente no ha podido dejar de perderse a si mismo en diversos personajes. Prueba de esto es la escena en donde dicha mujer, quien masticando tristeza y dejándonos con la intriga, canta: “Quiénes éramos, quiénes éramos entonces…? Quiénes seríamos si no hubiera ocurrido entonces…?” ¡Cuidado! Si buscamos un sentido dentro de la lógica del film puede que esta escena sea simplemente un papel secundario del protagonista.
A
medida que pasan las escenas la historia es cada vez mas grande, ancha,
épica, donde su protagonista transmite heroicidad, grandeza. Tal es así
que, aunque escasos, los textos de los personajes parecieran estar
dirigidos a la humanidad, a todos los seres humanos… “Tu castigo, mi pobre Ángela, es vivir contigo misma”.
Holy Motors es
a la vez metacinematográfica, y lo sabemos porque al inicio el
intrépido Carax sale de su habitación de hotel a la sala del cine que
está por proyectar su película, y porque el genial Lavant le dice a su
jefe: “…y si no hay espectadores…?”. Pero también ontológica,
transformándose en una máquina de fotos que saca instantáneas de nuestra
especie en cada descuido, poniéndosenos una tras otra delante para
forzar la pregunta: ¿por qué y para qué estamos acá? [Aunque,
sinceramente, creo que este trabajo puede ser tantas cosas que,
amparándome en la posmodernidad, es mejor que diga que simplemente es].
Logra
algo que pocas pudieron de esta manera en los últimos años: inventar
formas monstruosas de una hermosura pletórica. El punto mas claro de
esto es la escena del Señor Mierda en el cementerio comiendo
flores y atemorizando a los presentes hasta descansar en el regazo de
una modelo que él mismo convierte a musulmana, quedando, esta hermosa
Eva Mendes, más cerca de ser su madre que una posible víctima de su falo
erguido. Como diría el director de Cannes, Thierry Frémaux… “Leos Carax inventa formas...”. Tan
seguro como que nos propone otro juego, uno mucho mas ligado a algo que
no parece verdadero pero que es la búsqueda de una verdad pura; a golpe
de invenciones falazmente preciosas.
El
riesgo de este director es altísimo. Pocos experimentan tan
complejamente en el cine de hoy en día. En general las películas mas
experimentales apuestan por el detalle, por el tiempo y el ritmo, por
las estrategias narrativas, incluso, por dejar la cámara quieta y ver
que pasa, para ver si se produce algo verdaderamente singular (como si
fuera nuevo). Lo de este hombre es un experimento que va mas allá del
rodaje, que involucra el todo, la singularidad del tema, el tratamiento,
el tiempo, el detalle, la coloratura, el texto, etc. Todo parecería
estar rodado de la misma y exacta manera en que ha sido bocetado, da la
impresión que nada esta librado al azar, desde las imágenes hasta los
textos, cada palabra. Sino, la experimentación esta puesta en la
realización de la idea pre-acabada que el director tiene en su mente y
como puede funcionar en relación al ojo del espectador, buscando, en
todo momento, llevarlo por lugares nunca antes explorados desde la
extrañeza, pretensión y sensibilidad.
Explorar
verdaderamente en el cine actual es algo casi impracticable hasta que
aparecen este tipo de cosas que logran hacernos ver otra creación
posible. Nuestro cuerpo se coloca en un lugar desconocido. Las imágenes
nos llevan al descreimiento, para luego pasar al asombro y finalmente
estallar en una carcajada y/o en una lágrima. Si uno se conecta con esta
película, se va de uno, no se va de la vida; así se diferencia del
grueso de trabajos en donde nos apegamos a nosotros a través de la
identificación con el personaje y nos evadimos del mundo. Se me vienen a
la mente las inabarcables El sabor de la sandía u Oldboy…
Siendo parte de un mundo que rechaza lo ético, en el cual, todo es estéticamente pobre y repetido, snob y vintage, repetitivo y aburrido, tendemos a olvidar mucho y por eso solo nos distraen. Entonces, si lo aceptamos, entendemos que lo que ha hecho este hombre es muy grande y de otro tiempo, aunque parezca lo contrario, ya que se aparta del fenómeno de impacto que impone la ley del mercado y se acerca a la posible ridiculización de su particular contenido. Mezclando lo onírico y el descaro vincula recíprocamente lo estético y lo ético. Un profesor que tuve dijo una vez que si no podíamos ser éticos, por lo menos, buscáramos ser estéticos. Aquí ética y estética hacen el amor continuamente, recreando un fondo bastante reconocible, en continua tensión con una forma, casi irreconciliable; jugando con el ritmo de la película permanentemente.
Esta película es una obra de arte como hace mucho no se ve. Es muy teatral, pero no desde lo formal, no es un Dogville donde uno ve al teatro todo el tiempo, en la idea, en el espacio, en la interpretación, en la declamación; tampoco porque tenga entreacto. Aquí lo teatral esta puesto en el manejo de los recursos, en la práctica de la experimentación ficcional. En otras palabras, se juega teatralmente con los soportes del cine, que sin romperlos -ya que probablemente hubiera sido lo mas fácil- se distorsionan hasta la deformidad y el desconcierto. Esto es tan así que si buscamos encontrar una transitividad con el realismo propio del lenguaje quedamos como idiotas ante una obra que nos excede y que no reviste de significado alguno para nuestra pobre realidad de espectadores adormecidos.
Siendo parte de un mundo que rechaza lo ético, en el cual, todo es estéticamente pobre y repetido, snob y vintage, repetitivo y aburrido, tendemos a olvidar mucho y por eso solo nos distraen. Entonces, si lo aceptamos, entendemos que lo que ha hecho este hombre es muy grande y de otro tiempo, aunque parezca lo contrario, ya que se aparta del fenómeno de impacto que impone la ley del mercado y se acerca a la posible ridiculización de su particular contenido. Mezclando lo onírico y el descaro vincula recíprocamente lo estético y lo ético. Un profesor que tuve dijo una vez que si no podíamos ser éticos, por lo menos, buscáramos ser estéticos. Aquí ética y estética hacen el amor continuamente, recreando un fondo bastante reconocible, en continua tensión con una forma, casi irreconciliable; jugando con el ritmo de la película permanentemente.
Esta película es una obra de arte como hace mucho no se ve. Es muy teatral, pero no desde lo formal, no es un Dogville donde uno ve al teatro todo el tiempo, en la idea, en el espacio, en la interpretación, en la declamación; tampoco porque tenga entreacto. Aquí lo teatral esta puesto en el manejo de los recursos, en la práctica de la experimentación ficcional. En otras palabras, se juega teatralmente con los soportes del cine, que sin romperlos -ya que probablemente hubiera sido lo mas fácil- se distorsionan hasta la deformidad y el desconcierto. Esto es tan así que si buscamos encontrar una transitividad con el realismo propio del lenguaje quedamos como idiotas ante una obra que nos excede y que no reviste de significado alguno para nuestra pobre realidad de espectadores adormecidos.
He
leído criticas como la del famoso periodista español Carlos Boyero, tan
acostumbrado a mantener su condición de verdugo que no es capaz de
detenerse siquiera en tratar por todos los medios de entregar su
vivencia de la película, por pobre que sea, y honrar o reconocer el
trabajo ajeno, por mucho que le cueste. En ella lo único que buscaba era
entender el cuento y criticaba, casi destructivamente, no encontrarlo. Y
claro, eso no sucede, pero la violencia de sus comentarios seduce, y
vende; Holy Motors no. Probablemente la perdida de la objetividad
de Boyero, no desde el desprecio sino desde el desparpajo en la
subjetivación, me haya llevado a plantearme el tema de la mirada, la
mía, extensible a cualquiera que se sienta vinculado al trabajo desde la
experiencia.
Me ha pasado algo muy fuerte con esta película y la objetividad se me ha ido a la otra orilla, siendo recatado... Cuando salí del cine, la persona que estaba conmigo en aquel momento se sintió parte de un experimento. Yo estaba muy sobresaltado, conmovido por lo que había visto. Lo primero que hice cuando a la pantalla la invadió el negro final de créditos fue aplaudir sin duda y con emoción. Sentí que no era nada lo que estaba aplaudiendo en relación a lo que se nos había dado hasta ese instante, en donde no hubo un solo momento de distracción, ni tiempo para otra cosa que no fuera lo que veía. Luego de esto me atacó un vacío eléctrico, y mientras salía del Gaumot, un llanto desconocido. Se producía en mi -persona no espectador- algo que nunca antes había experimentado. Estaba profundamente feliz por lo que había visto y brutalmente angustiado por lo que había vivido.
Hondamente
creo que en este film la objetividad no cuenta, no importa. Tengo la
sensación de que este irreverente nos dice: ¡Muchachos! Me da igual lo
que entiendan de esta película, no esta para ser entendida, esta para
que hagan lo que quieran con ella, pero si la llegan a vivir como lo que
es, un acto de expresión profundamente humano en la búsqueda de algo
que tiene sentido únicamente en si y para si, en cada lugar y en cada
palabra, algo les provocará, algo les podré haber dado; para dejar de
ver la vida con ojos de críticos, para dejar de distanciarse y empezar a
construir subjetividad observando con los ojos de cada uno, creen y
crean, dejen de querer vender que es lo mismo que quedar bien y querer
gustar. Pero eso si. Rómpanse la cabeza y entreguen el alma para llegar a
otra fibra, para que dentro de su lógica de nuestra no lógica, haya una
máquina precisa, contundente y coherente.
Leos Carax… nos has dado todo, gracias por tu fe, espero nos haya quedado algo.
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